La guerra y la tauromaquia

Uno de los diarios y numerosos tiroteos que los milicianos armaban en Madrid, sin que se supiese por qué, ni contra quién, sorprendió a El Gallo en la calle de Alcalá, cuando paseaba con los de su cuadrilla. Se refugió en el Café del Lyon d’Or y juró a los suyos que él no salía de allí hasta el día siguiente de que hubiese sonado el último tiro. Y pasaban las horas sin que los suyos consiguiesen hacerle volver atrás de sus propósitos, a tal punto, que alguno de ellos salió en busca de nuestro amigo José María Cosío para que viese de convencerlo de irse a su casa. Consiguió Cosío sacarle del café, y en cuanto estuvieron en la calle, la presencia de Rafael produjo expectación entre los milicianos. Alguno se acercó a él y tramó conversación; pero Cosío le hizo ver que estaba intranquilo y, sin más incidentes, se lo llevó a su domicilio.

Alguna otra contó también del otro torero gitano, Cagancho, que plantó en la puerta del piso de su domicilio la muleta a guisa de bandera roja.

Notas del Madrid que vivimos y padecimos. Ramón Bergé y Salcedo. www.analisisdigital.com

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