Requiem nacional






A las víctimas del tráfico

Sois tantos ya que no tenéis ni nombre,
ni número, ni nada, y no sabéis
si la tierra que abonan vuestros restos
se va a seguir llamando en el ocaso
igual que se llamaba cuando en ella
volvía a amanecer.

Tenéis al menos el consuelo,
de que cuando uno cae se encienden muchas velas
en el asfalto, y se pintan de yeso
las palmas de las manos, y los pechos
antiheroicos florecen de lacitos azules.

Muertos sin gloria, sin más toques
de corneta ni salvas de ordenanza
que los puñados de monedas
que la ira de unos pocos
arroja contra los que deberían
regresar a las urnas
de donde dicen que salieron.

Vampiros, traficantes,
fulminarán enérgicas condenas
contra la Inquisición y el Holocausto,
asestarán al moro muerto
la lanzada ritual,
y tenderán la mano y brindarán
la mejilla del otro.
También las fieras tienen sus derechos.

Dormid tranquilos, nadie va a vengaros.
Recorrerán las calles imponentes
bandadas de pacíficas gallinas
suplicando a los zorros
paz, piedad y perdón.

¡Salve! O mejor dicho: ¡Requiem!
Muertos sin causa, bajas de una guerra
que oficialmente dicen que no existe,
en un país sin nombre
 que tiene por bandera un trapo en llamas.




                                                       


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