Otra etapa del viaje normando, viernes 7 de junio

La gran visita de la tarde fue Miromesnil, propiedad de Thierry y Béatrice de Vogüé. Ambos habían visitado Sevilla con la Asociación de Amigos de los Jardines de Normandía, y ahora que la Asociación sevillana devolvía la visita, ya no estaba él, fallecido hacía pocos meses. Miromesnil es un maravilloso conjunto de tres elementos fascinantes: la huerta, la arquitectura y la Historia. 

El castillo es el típico castillo normando transparente, es decir, un cuerpo de edificio estrecho, de suerte que la luz entre por ambos lados y, a los extremos, cuatro torreones, en uno de los cuales nació Guy de Maupassant, cuyos padres vivían de alquiler en la mansión. Este torreón redondo, de cónico remate de pizarra con mansarda, pertenece a la época de Enrique IV, que es cuando dio comienzo la construcción. La otra fachada del edificio pertenece en cambio a tiempos de Luis XIII y es más historiada, su techo de pizarra abunda en chimeneas y uno de sus dos torreones piramidales está deformado al reconstruirlo, después del incendio negligente ocasionado por las fuerzas de ocupación norteamericanas.  Antes lo habían ocupado las alemanas, que por lo visto fueron más respetuosas.  Al llegar la Revolución, habitaba el castillo el marqués de Miromesnil, de quien se conserva un bello busto en la Frick Gallery, de Nueva York.
Este marqués de Miromesnil había sido Ministro de Justicia de Luis XVI y dejó tan buen recuerdo – pues, entre otras cosas, fue el que abolió la question o sea el interrogatorio con trato de cuerda – que los revolucionarios respetaron su persona y su propiedad con la condición de que picara las armas del marquesado, incompatibles con la recién proclamada Égalité.   La fachada Enrique IV se abre a una gran perspectiva enmarcada en una alineación de hayas y precedida de una pradera cuyo césped está cortado en zig-zag y tiene a uno de sus lados un cedro bicentenario. El ancho sendero que llega hasta el mar deja a su derecha una capilla románica de dintel Renacimiento e interior barroco. El huerto de muros de ladrillo está a la derecha de la fachada Luis XIII, y en él perdura aun más que en Giverny la mezcla de lo nutritivo con lo deleitoso.  Los condes de Vogüé compraron la propiedad en 1938 y dos años más tarde hubieron de evacuarla ante la ocupación alemana. Al concluir la guerra y la segunda ocupación de la finca, la condesa se encontró con un erial y con la necesidad de dar de comer a una familia numerosa. Lo primero fue, pues, el huerto, donde sólo se producía lo necesario para la intendencia familiar, y sólo en los años 50, la condesa, en competencia con sus vecinas de Le Vastérival y del Jardin des Moutiers, la princesa Sturdza y Mary Mallet, empezó a entremezclar los cuatro canteros de hortalizas con mixed borders y paseos de césped. La base es el mantillo natural hecho de hojas, yerbas, algas y estiércol, y las coles azules, las calabazas rojizas, los puerros, las habas, los calabacines de flor comestible, la albahaca, las salvias azules, rojas o blancas alternan con el lúpulo blanco, las peonías, las campánulas, las digitales, las aquileas. A los bulbos enterrados durante el invierno suceden el cosmos, la lavatera, el tabaco, los heliotropos, las lobelias.
“Madame la Comtesse, Miromesnil vaut Vaux-le-Vicomte”, le digo a Béatrice sin acordarme para nada de que la célebre propiedad que tan cara le resultó al Intendente Fouquet pertenece ahora a su cuñado Patrice de Vogüé, desde que en 1875 la comprara el bisabuelo Alfred Sommier.  

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