Tarde de toros en El Puerto

Los versos que figuran debajo de la frase de Joselito el Gallo no fueron escritos en 1958, sino en 1951 y en la Escuela de Suboficiales (antigua Escuela Naval), de San Fernando,  donde cursaba el primer verano de la Milicia Naval Universitaria y cuando aún no había pisado las calles del Puerto ni visto su plaza. Fernando Quiñones, que trabajaba en La Voz del Sur, no perdió un segundo en publicármelos en sus páginas. Desde entonces mi relación con El Puerto es una larga historia de amor amenizada de corridas memorables. La última fue entretenida. Los toros de Núñez del Cuvillo no pasaron del primer puyazo y tardaron en morir, menos uno, que el jerezano de Olivenza Ginés Marín acertó a despenar con guapeza, lo que le valió la única oreja de la tarde. Por lo demás, los toros tenían todas las cualidades para que se lucieran los lidiadores, que sacaron de ellos todo el partido posible. En ningún momento faltó la elegancia de Morante ni el arrojo de Cayetano. Hubo música para los tres y a Marín le tocaron el pasodoble Manolete. También fueron brillantes los tercios de banderillas y en uno de ellos el capote del joven Marín evitó un percance.  Al regresar al Hotel Monasterio de San Miguel, donde paraban un par de cuadrillas por lo menos, coincidí en el ascensor con Alvarito Domecq rodeado de jóvenes familiares. Al volver de ducharme, esperaba el mismo ascensor un joven, casi un adolescente, que, tímido y educado, me hizo pasar delante. Le dije en el breve trayecto: Hoy se ha trabajado bien,¿eh? - Si, algo se ha hecho - ¿Y usted con qué cuadrilla iba? - Yo soy Ginés Marín.  Naturalmente me deshice en elogios de su labor.  Debo decir que estoy pendiente de operarme de cataratas y que a cierta distancia no distingo los rasgos y menos los de los toreros en el ruedo. Luego me enteré de que Ginés Marín había hecho el paseíllo con el capote de paseo que Manolete llevaba en Linares la última tarde de su vida y que desde entonces  conservaba su amigo Alvaro Domecq, cuyo hijo se lo prestó esta tarde del Puerto a Ginés Marín, a quien no sé si apodera pero a quien desde luego apoya y protege. Algo de eso creí oírle a alguien sentado detrás de mí en la plaza - el crítico taurino Ignacio Sánchez  Mejías -   mientras la banda interpretaba  Manolete. 


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